Desde Ali’ite

 

Hola, aquí estoy dentro de esta botella de cristal verde y grueso, mirándoos a distancia, algo distorsionados, y escribiendo mis experiencias en mi microordenador con los pelillos de la nariz o con estas barbas de pez, que ya no sé lo que soy. Por el cuello de la botella entra un agua cálida generalmente, lo que me permite mantener las rayas amarillas que me quitan la depre del encierro. Entré y no sé cómo salir, las aletas se me quedan algo tumefactas a veces y soy demasiado pequeño para embestir el cristal y empujar la botella a la superficie. Entró algo de arena en el viaje y se ha quedado varada en el fondo de esta playa de olas suaves. Espero que una buena tormenta me saque de aquí, me abruma tanta belleza y tanta luminosidad.
De vez en cuando como un poco de plancton a vuestra salud, y escribo cuentos repipis de corales y cangrejos hermitaños. Por aquí no suele haber mucha basura, porque hay pocos seres humanos todavía, tampoco espero que se conviertan en peces, como yo, no me apetecería encontrarme de repente con un pez sierra de vecino, o sí, lo mismo sería para hacerme un favor de bricolaje en la botella. Tampoco desearía huir y acabar en alguna ría debajo un puente, ya he nadado por demasiados mares que no me ofrecían puntos de referencia válidos.
En realidad me conformaría con salir por aquí y desovar en algún hueco, entre esponjas, por ejemplo, donde no alcancen las morenas de las grutas, ni las rubias de la playa que entran corriendo al agua sin saber dónde pisan.
O morirme de pena dentro de esta cárcel transparente y ser encontrado por ese biólogo pecoso que he visto bucear a lo lejos, para que me diseque y me exponga en el museo Oceanográfico.
Al fin y al cabo, dudo que sea normal encontrar otro pez con estas narices de Pinocho.

Ha pasado un pez que no conozco, andaba despistado y ha picado en un cebo que lleva ahí por lo menos una semana. Claro que lo que no se esperaba el pez era encontrarse un cebo con sabor a paté de cannard, a mí me hubiera gustado más saber a bonito del norte, pero los genes mandan. Al pobre pez se le han hecho un revoltijo las branquias con la aleta caudal y yo he creído que por fin había encontrado la solución a mis angustias por el crédito del banco.

He emitido un suspiro que ha asomado a la superficie en forma de burbujas envueltas con algunas algas. Siempre he sido condescendiente con mis amigos, el precio autoimpuesto por tener cara de besugo.

La felicidad colea.


Se acerca un cocodrilo. Sospecho, por la cara que trae, que va a intentar ligar conmigo.

Hola, aquí estoy dentro de esta botella de cristal verde y grueso, mirándoos a distancia, algo distorsionados, y escribiendo mis experiencias en mi microordenador con los pelillos de la nariz o con estas barbas de pez, que ya no sé lo que soy. Por el cuello de la botella entra un agua cálida generalmente, lo que me permite mantener las rayas amarillas que me quitan la depre del encierro. Entré y no sé cómo salir, las aletas se me quedan algo tumefactas a veces y soy demasiado pequeño para embestir el cristal y empujar la botella a la superficie. Entró algo de arena en el viaje y se ha quedado varada en el fondo de esta playa de olas suaves. Espero que una buena tormenta me saque de aquí, me abruma tanta belleza y tanta luminosidad.
De vez en cuando como un poco de plancton a vuestra salud, y escribo cuentos repipis de corales y cangrejos hermitaños. Por aquí no suele haber mucha basura, porque hay pocos seres humanos todavía, tampoco espero que se conviertan en peces, como yo, no me apetecería encontrarme de repente con un pez sierra de vecino, o sí, lo mismo sería para hacerme un favor de bricolaje en la botella. Tampoco desearía huir y acabar en alguna ría debajo un puente, ya he nadado por demasiados mares que no me ofrecían puntos de referencia válidos.
En realidad me conformaría con salir por aquí y desovar en algún hueco, entre esponjas, por ejemplo, donde no alcancen las morenas de las grutas, ni las rubias de la playa que entran corriendo al agua sin saber dónde pisan.
O morirme de pena dentro de esta cárcel transparente y ser encontrado por ese biólogo pecoso que he visto bucear a lo lejos, para que me diseque y me exponga en el museo Oceanográfico.
Al fin y al cabo, dudo que sea normal encontrar otro pez con estas narices de Pinocho.

Ha pasado un pez que no conozco, andaba despistado y ha picado en un cebo que lleva ahí por lo menos una semana. Claro que lo que no se esperaba el pez era encontrarse un cebo con sabor a paté de cannard, a mí me hubiera gustado más saber a bonito del norte, pero los genes mandan. Al pobre pez se le han hecho un revoltijo las branquias con la aleta caudal y yo he creído que por fin había encontrado la solución a mis angustias por el crédito del banco.

He emitido un suspiro que ha asomado a la superficie en forma de burbujas envueltas con algunas algas. Siempre he sido condescendiente con mis amigos, el precio autoimpuesto por tener cara de besugo.

La felicidad colea.

Se acerca un cocodrilo. Sospecho, por la cara que trae, que va a intentar ligar conmigo.

 

 

Acerca de xrisstinah

Maremotos: https://xrisstinah.wordpress.com/ Hablando en Loro: http://xrisstinah.blogspot.com/
Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.

2 respuestas a Desde Ali’ite

  1. Alejandro dijo:

    Pues es un ser muy inteligente para ser un pez.Saludos.

  2. xrisstinah dijo:

    Es que lo de respirar por branquias da mucho que pensar, Resolutio.

Deja un comentario